Maputo. Cuarto día

Cuarto día. Mercados y capulanas

Comienza un nuevo día y el sol, como todos los días, entra por la ventana desde muy temprano. Ya me voy acostumbrado a este nuevo ritmo. Es mi último día en Maputo, antes de emprender rumbo hacia el norte del país, así que me lo tomaré con relativa calma. Uno de mis lugares favoritos cuando viajo son los mercados. Creo que es donde se vive la esencia de un lugar. Veo a la gente en su contexto, también me permite ver los productos locales y como interactúa y se relaciona la población. Así que mi primera parada del día es en el Mercado Central. Un bello y majestuoso edificio alberga este mercado. Nada más acceder me reciben los vendedores de los más variopintos productos. Pero es ya dentro cuando recibo una auténtica explosión de color e información. Me sorprende la cantidad de frutas tropicales, admiro como el piri-piri (pequeño pimiento picante) o los anarcardos (castanha de cajú) están por todas partes y me encandila la amabilidad de la gente que atiende los puestos. A los mercados no solo hay que ir a mirar, también me gusta comprar algo y, además, eso me permite entablar conversación con los vendedores.

En el Mercado Central de Maputo es todo color y sabor
Me sorprende la cantidad de cartelería política que hay, sobre todo, de la Frelimo, el partido que desde la independencia de Portugal, está en el poder. No cabe duda que los puestos de pelucas y pelo natural son de los que tienen más éxito en tre la clientela femenina. Una peluca o una extensión de pelo natural puede llegar a costar una barbaridad y no salgo de mi asombro.

Propaganda política en el mercado

Salgo del mercado a duras penas, abriéndome paso entre todos los vendedores callejeros que se me acercan, pero continúo mi marcha. Ahora quiero conocer toda una institución en Maputo. La tienda de capulanas por excelencia en la ciudad: Casa Elefante. La vida en Mozambique gira en torno a un trozo de tela, que se denomina capulana. Normalmente vendida en paños de 1x2 metros. Está presente en todas las etapas de la vida, principalmente de la mujer, aunque su uso es cada vez más generalizado. Acompaña desde el nacimiento hasta el lecho de muerte. Inconfundible por sus colores vivos, normalmente representa formas abstractas, patrones geométricos o motivos africanos en general. Se cree que fueron introducidos por los comerciantes árabes, aunque no es hasta principios del siglo XX cuando se generaliza su uso, en la región norteña de Cabo Delgado, donde las mujeres con mejor posición social vestían las capulanas. En su tiempo, el uso de colores indicaba la posición social, rituales o tendencias culturales o religiosas de la persona que la llevaba puesta. Solo es a partir de 1930 cuando se generaliza su uso a escala nacional. Hoy en día está presente en todos los ámbitos de la sociedad y de la vida y es una seña de identidad de la cultura e idiosincrasia del pueblo mozambiqueño.

La capulana está muy presente en el día a día de Mozambique

En Casa Elefante me quedo maravillado con la variedad de telas que hay... lo difícil es escoger solo una o dos. Pero no me queda otra, ya que mi idea, de momento, no es llevarme la tienda entera, aunque no me importaría.

Casa Elefante, una de mis tiendas favoritas de Maputo y donde me podría pasar horas

De allí, pongo destino, después de pasar la Praça 25 de Junho, hacia el Museu das Pescas. Un renovado museo que nos muestra la importancia del mar y la pesca en Maputo y también de Mozambique. Junto a este museo visito la Fortaleza de la ciudad. Fue erguida por los portugueses y es coronada por una inmensa estatua de Mouzinho de Albuquerque, militar y máxima figura representante de Portugal en Mozambique a finales del siglo XIX. La fortaleza cuenta con un extenso jardín con una importante vegetación exótica y muy variada.

Fortaleza de Maputo y Museu das Pescas, dos nuevos lugares de visita imprescindible

Llega la hora de comer. Pongo rumbo al Mercado do Peixe. Me han hablado mucho de ese lugar, así que hoy es buen día para probar la experiencia. Comparto trayecto con los invitados de una boda que van en una chapa de caja abierta. Me divierte la escena. Y una vez más con estos detalles, pienso todo lo que me gusta este país.

Invitados de una boda, en chapa, de camino a la ceremonia

Enfrascado en estos pensamientos es cuando llego a mi destino. Primero me dirijo a la zona del mercado propiamente dicha. Allí se escoge el pescado o marisco, de una calidad y frescura indiscutible. Una vez comprado se puede llevar a los puestos encargados de su limpieza y corte. Y ya solo queda dirigirse a la zona de los restaurantes. Allí, la preparación casi siempre sencilla, pero con éxito asegurado, y todo por un módico precio. El resultado, una comida y experiencia, inolvidable. En todo los procesos de compra, no está de más, regatear. A veces, muchos de los cliente, sobre todo turistas, se quejan de lo insistentes que pueden llegar a ser los vendedores, sobre todo, el personal de los restaurantes. Aunque, a decir verdad, no ha sido mi caso. Al salir del mercado, me encuentro a los invitados de la boda, junto con los novios, aprovecho para sacarles uns fotos y darme un paseo con ellos por la playa.

Producto fresco y más fresco en el Mercado do Peixe

Mi sorpresa no acaba ahí. Me cruzo con numerosos creyentes realizando un ritual de bautismo en el mar. Me sobrecoge la escena. Me parece de una belleza increíble. Me quedo allí un buen rato contemplando la imagen.

Me quedé horas contemplando la belleza de este lado de Maputo. Indescriptible

Es fin de semana y se nota. Bodas, bautismos en el agua, paseos por la playa, niños jugando al fútbol con una pelota improvisada... me encanta esta zona de Maputo. Me quedaría más tiempo, pero no quiero que anochezca sin acercarme a mi próximo destino: la catedral de Maputo.

Sobrecoge la escena de los rituales y los bautismos en el mar

Cojo un taxi para llegar más rápido. La catedral destaca por su blanco impoluto. Cuando llego recibe el sol de frente, realzando aún más su belleza. Obra de los portugueses, data de 1944, y en el interior las referencias al Portugal católico están siempre presentes. La plaza de los alrededores siempre es un punto de encuentro de los habitantes de Maputo. Gente cantando, bailando o simplemente paseando. Me quedo un buen rato contemplando toda esa belleza.

Catedral de Maputo, obra de Marcial Freitas e Costa e inaugurada en 1944

De la catedral pongo rumbo a otro de los principales monumentos: la estación de tren. De nuevo, me encuentro con otro bello edificio. Quizá el más bonito de la ciudad. La estación, situada en la Praça dos Trabalhadores, data de 1919 y es uno de los principales monumentos de la ciudad. Está considerada como una de las más bellas del mundo. De color blanco y verde, es posiblemente el edificio más significativo de la época colonial. Todas las estructuras de hierro forjado se mantienen intactas y además de viejas locomotoras, podemos acceder a su reciente Museu dos Caminhos de Ferro. No es extraño ver en su cafetería exposiciones, reuniones, presentaciones... como buen punto de encuentro cultural que representa para la ciudad. En la actualidad, no mantiene una actividad frenética; son contados los trenes que tienen origen o destino en la estación central de Maputo. Tan solo algunos destinos regionales y otros tantos internacionales, normalmente hasta las estaciones fronterizas de los países limítrofes. Aun así, cualquier visita a Maputo debería comenzar y acabar en este bello e imponente edificio.


La estación de trenes de Maputo está considerada una de las más bonitas del mundo

La tranquilidad de la estación contrasta con el ajetreo y bullicio enorme que hay fuera de ella. Me parece que están allí todos los habitantes de la ciudad, salen y entran autobuses sin parar, chapas, coches y gente y más gente. Me gustan este tipo de escenas tan caóticas. Imposible olvidarme de que esto es África.

La tranquilidad de la estación contrasta con el ajetreo del exterior

Para terminar el día me dirijo, como no, a unos conciertos que me había comentado Anna (mi guía de Mafalala) en el Centro cultural Franco-Moçambicano. Así que una noche más me acerco allí para disfrutar de la música mozambiqueña, que tanto me gusta. Me sorprende la cantidad de gente que hay. Mezcla de locales y expatriados, pero todos bailando bajo el mismo ritmo. Se me pasa el tiempo rapidísimo, pero pronto tendré que poner fin a la noche: mañana me espera un vuelo hacia el norte del país. Ahí aún no lo sabía, pero comenzaría lo más emocionante y lo más auténtico de mi viaje a Mozambique.

Una noche más, acabo en el Centro Cultural Franco-Moçambicano